Empecemos con un acertijo. Me ha llegado a través de internet. El reto es hallar la solución.
Dice así:
Antonio, padre de Roberto, sale conduciendo su coche desde su casa en Madrid en dirección a Valencia. Roberto, que tiene 8 años, va con él.
En el camino ocurre un terrible accidente. Un camión, que venía en sentido contrario, se sale de la autopista y embiste de frente al coche de Antonio.
El impacto mata instantáneamente a Antonio, pero Roberto sigue con vida.
Una ambulancia llega casi de inmediato, tras recibir la llamada de varios testigos, y el niño es trasladado al hospital de Valencia.
Nada más llegar, los médicos de guardia empiezan a tratar al niño para intentar salvarle la vida pero, tras intercambiar opiniones y estabilizar sus funciones vitales, concluyen que el estado de Roberto es muy grave. Necesitan asesoramiento.
Tras celebrar una junta de médicos, se comunican con el Hospital Niño Jesús de Madrid y finalmente conversan con una eminencia en el tema, a quien ponen en conocimiento de lo ocurrido. Como todos coinciden en que lo mejor es dejar a Roberto en Valencia, la eminencia decide viajar directamente de Madrid hacia allá. Y lo hace.
Al llegar la eminencia, los médicos que han tratado a Roberto le presentan el caso y esperan ansiosos su opinión. Finalmente, uno de ellos es el primero en hablar: ¿cree usted estar en condiciones de salvar al niño?, pregunta con un hilo de voz.
Y obtiene la siguiente respuesta: ¡Cómo no lo voy a salvar! ¡Haré todo lo posible, es mi hijo!
Hasta ahí el acertijo. ¿Tiene sentido esta historia? Dos pistas que yo también recibí junto al texto: a) Antonio no es el padrastro, b) Antonio tampoco es un cura. Te invito a que le des un par de vueltas, incluso que releas el acertijo para ver si consigues dar con la solución, antes de seguir con el tema de esta entrada.
Ecuaciones
La semana pasada, una persona escribió en este blog el siguiente comentario: «Engancho con todo lo que afirmas. Sólo un pero; las X ensucian la lectura. Personalmente, como ser humano y persona, si leo una «o» me siento totalmente incluida». Cuando habla de las ‘X’, se refiere al uso que hago de esta letra en palabras y expresiones como «unx mismx» y «nuestrx niñx interior» en la entrada El hogar olvidado, por ejemplo, que es donde dejó el comentario.
¿Por qué escribo «unx mismx» en vez de uno mismo? ¿Cómo diablos se lee «unx mismx», si es que esos palabros se pueden pronunciar de alguna manera? ¿Por qué no «una misma» si estoy haciendo una campaña proigualdad o «un@ mism@», que al menos no agrede tanto a la vista? Por partes.
Entiendo que la persona que hace el comentario que he citado es mujer. De otra manera, no tendría sentido que defienda que se siente «totalmente incluida» cuando lee una «o», es decir, cuando se usan genéricos en masculino. Un hombre claro que se siente incluido cuando se habla de el hombre para referirse al ser humano. No le queda otra, pero ¿y una mujer? También. No le queda otra. Así lo ha dictado la cultura hasta ahora.
El lenguaje es un espejo del pensamiento, una ventana por donde asoma la conciencia y una escapatoria para aquellos impulsos internos y cadenas de pensamiento que están más allá de nuestro control. El psicoanálisis ya lo estableció: lapsus, actos fallidos…, pequeños cameos del inconsciente en la película de nuestra vida.
La Gestalt, siguiendo el principio de conciencia, también presta atención al lenguaje, tanto cuando una persona habla de forma relajada como cuando se sabe escuchada y controla milimétricamente cada palabra. Todo es importante… y cuestionable. ¿Cómo te estás escuchando al decir esto? ¿Confundes violencia con agresividad? No se trata de un examen para acceder a la Real Academia Española (de la Lengua), sino de devolver a la persona el contenido y forma de su mensaje, de su forma de comunicarse al mundo. Porque ahí también está revelando cómo es, qué concepto tiene de la realidad, y cómo se relaciona con ésta.
Y puesto que éste es un blog de Gestalt, aprovecho la escritura para ejercitar conciencia. Y en vez de decir el hombre digo las personas, y en vez de uno mismo digo unx mismx. Defiendo el «unx mismx» como la libertad de leerlo como «uno mismo» o «una misma». ¿A cuántos hombres se les ocurriría traducir/leer esa expresión por «una misma»? A muy pocos. Y en el caso de las mujeres, ¿cuántas leerían «uno mismo» para sí? Diría que muchas. ¿Qué sentido tiene esto? Para mí es una manifestación más del sistema patriarcal. ¿Por qué el masculino puede ser el genérico de un colectivo, y no el femenino? ¿Cuál es la diferencia?
Las equis son para mí un ejercicio de cazarme en los prejuicios, incluso en este nivel tan sutil del lenguaje. Y es un ejercicio al que invito a lxs lectorxs (¿probaron a leerlo con «a»: ‘las lectoras’?) de este blog para cuestionar el asunto del género, que tan mamado tenemos.
Entiendo que las «x» resulten desagradables para la vista e ilegibles, un obstáculo en el camino, pero invito a leer las equis no como tales, sino como una «a» o una «o» de forma alternativa, libre, en función del caso… Si hablo de nuestrxs niñxs internxs, póngase (y no sé por qué me da ahora por el uso cortés de la segunda persona, pero es lo que sale), póngase a pensar en su niña, en sí misma de pequeña si es mujer; y en su niño, en sí mismo cuando era un renacuajo si es un hombre, ¿no?
Salgamos de los patrones. Y si el choque o el cuestionamiento llega por el lenguaje, bienvenido sea. También aclaro que éste no es un intento de fijar un nuevo patrón de escritura, porque tampoco sé si escribiré así toda la vida. Lo haré hasta que deje de tener sentido para mí, me imagino.
Sólo quiero poner conciencia en la elección de palabras que hacemos, y en la masculinización de los genéricos, una herramienta que sirve para economizar palabras, sí. Pero entonces juguemos con lo masculino y lo femenino al generalizar. ¡Nos vendrá bien a todas!
Precisamente esto último es lo que podría hacer. Escribir en femenino los genéricos. Apuesto, sin embargo, por las equis: creo que dan la libertad a cada unx a poner el sexo que quiera.
Acertijo
Por cierto, ¿consiguieron resolver la historia? Les invito a compartir su experiencia dejando un comentario. Serán bienvenidos ;-).
En cuanto a la solución, es sencilla: la eminencia es la madre del niño. ¿De verdad somos conscientes de hasta dónde llegan los tentáculos del sistema patriarcal? ¿De cómo sustentan prejuicios internos, de cómo nos contaminan? Creo que no. La equis de la ecuación siempre tuvo dos polos. Ésa es la solución.
publicado en abril de 2012 en el blog La silla de Perls
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Muy buena respuesta! Me encanta como escribes, ya te lo he dicho. Soy fan tuya.
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Silvia
Aaaahhhh! Pensé que Antonio era el abuelo del niño y que el padre y el niño se llamaban igual…porque para mi «la eminencia» tenía que ser un hombre, qué cosas!! 😉
Me gusta este tema del género, gracias por ayudar a que borremos patrones. A mi personalmente me cuesta. Llevo tiempo que cuando leo algo cambio las «o» por «a» mentalmente, porque quiero hablarme a mi misma en femenino, pero me cuesta mucho esfuerzo mental el cambio, es verdad.
Y si el lenguaje nos permitiera nombranos como individuxs, sin género, en vez de como masculino o femenino… seríamos más iguales?…Gracias por la entrada!
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muchas gracias!! Necesitamos mas personas que como tu lo tengan tan claro y estén dispuestos a compartirlo, porque tocante a estos temas de, feminismo?, ¿lenguaje inclusivo?, ¿ derechos humanos? Pocos varones se animan a sumarse a ciertas reivindicaciones o a posicionarse.
yo también escribo con x!! y a veces con @… y otras con as/os… como puedo para incluir a toas las personas y manifestaciones que conlleven el femenino y el masculino.
!Muy feliz día! -
Maravillosa defensa! La verdad es que yo soy de la vieja escuela, donde realmente poco me importa si se escribe con «o» o con «a», pero la verdad es que mientras no se hagan aberraciones con el idioma (el señor periodisto…) me empieza a calar esta filosofía…y la X es bonita y simétrica para expresarla a conciencia 🙂
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