Es el foco que elijo para este nuevo año que arranca. Una colaboración que parte del principio de que todos somos lo mismo, como quien pertenece a una gran, gran, gran familia. Y que la exclusión de un@ tiene consecuencias para tod@s. No hablo de que «tengamos que llevarnos bien» con tod@s. Más bien acentúo ese hilo invisible que nos une a todo lo demás, a las demás personas, que pertenecemos a algo más grande, y que, habiéndolo olvidado, en nuestra pequeñez cada un@ hace como puede.
La colaboración fraternal también habla para mí de encuentros de igual a igual, en equilibrio, descubriendo maneras más horizontales de relacionarnos y vincularnos, tejiendo una fraternidad sana para la #nuevahumanidad que estamos creando. Con «sana» no me refiero a que no haya heridas, ni nos lastimemos, sino a que cada vez podamos repararnos y reparar con más facilidad cuando algo nos duela o cuando participemos en el dolor de otra persona, respectivamente.
Por último, la colaboración fraternal también apunta a lo que cada persona puede aportar a la vida y a la humanidad. Es saludable participar en el bienestar de l@s demás, porque eso procura bienestar propio. Ahora, será más saludable en tanto en cuanto sea una decisión que respete mi autenticidad, que yo elija libremente, me haga cargo de ella. Casi na. Pues todo un año por delante, toda una vida hasta la muerte (hoy es un buen día para morir), para ir poniendo luz en todas estas cuestiones.
2020 fue de lo más propicio para indagar en el «sano contacto con los límites», que fue el foco que escogí el año pasado. Que 2021 sea igual de generoso. ¡Feliz tránsito por aquello que decidáis enfocar!
Manuel Vásquez
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