Señalan, agarran, mandan callar, tiran, sujetan, aprietan, pegan, empujan, tiran, sostienen, rechazan, preguntan, desplazan, excitan, arañan, tocan, rascan, deletrean, hacen la peseta (también llamada peineta), amplifican, cubren… y acarician. La mayoría de las personas disponemos de dos manos con las que nos comunicamos con otrxs, resolvemos múltiples gestiones, y también nos permiten el encuentro con nosotrxs mismxs.
Si te paras a observar la palma de la mano detenidamente, atendiendo a los surcos, el reflejo de la luz, el sudor, el cambio de la pigmentación de la piel a lo largo de la superficie, las zonas que están más desgastadas… descubres que tienes ante ti un territorio tan misterioso como el del planeta Marte. Si ahora realizas la misma indagación en tu otra mano, descubrirás que son diferentes, cada una con su propia distribución de líneas, colores y formas. Ante ti, el principal órgano para la manipulación física del medio… y también para la manipulación física de tu cuerpo.
¿Qué tal andas de ternura… para con tu propia piel? Ah, sí, muchas personas sueñan con que sean manos ajenas las que acaricien, masajeen y acunen su organismo: «si no es otra persona, no vale» nos decimos sin pensar, como si el cuerpo, que tanto nos aguanta, no necesitara un descanso, un reconocimiento, un elogio, un despertar… y por supuesto, en su idioma. Físico. Motor. Corporal.
¿Cuántas veces te has dado un masaje con aceite o crema corporal? Sí, tú con tus manos a ti mismx. Con toda la atención de tu mente puesta en el contacto de tu palma y dedos (una de las áreas con más terminaciones nerviosas de todo nuestro cuerpo) y la zona corporal que masajeas. ¿Cuántas veces lo has probado con los ojos cerrados, permitiendo que el control visual dé un descanso a tu mente, y ésta se abra a la información que le llega desde los sentidos del olfato, oído y tacto?
No se trata de un mero placer o de lujuria: la medicina apunta que propiciar el contacto piel con piel de la madre y su bebé ayuda a disminuir el nivel de estrés y ansiedad de la criatura. Contacto piel con piel, sin más. Sabemos que los masajes relajan, pero parece que esta condición sólo se da si las manos son ajenas, perdiéndonos la ocasión de cultivar la intimidad de unx consigo mismx.
Lo que se pone en juego en este encuentro piel con piel es el grado de ternura o agresividad que mantienes hacia tu propia persona, en concreto hacia tu cuerpo físico: hay zonas que te gustarán más, otras menos, y probablemente hay muchas cuyas sensaciones táctiles te resultan desconocidas, salvo por el roce de una prenda de ropa que entra o sale de tu cuerpo de forma rápida. Un masaje pausado por cada rincón de tu organismo te permitirá tomar conciencia de este encuentro-desencuentro contigo, de lo que te gustas o no, y también de reconocer la complejidad y perfección de la obra de ingeniería que es el cuerpo (se suele apreciar cuando surgen enfermedades, molestias musculares, roturas óseas…).
Por mucho que atendamos a las emociones y a la mente, el cuerpo también padece las discusiones, tensiones, inquietudes, ansiedad… del día a día. Y también necesita del amor sensual (que junto al admirativo y al compasivo, forman los tres amores, teoría de Claudio Naranjo). Y por mucho que la represión moral nos alerte de que el amor sensual es sexual –que la represión entiende como «sucio»– en realidad no es sino disfrute y deleite de los sentidos. Ni más, ni menos. ¡Qué mejor regalo le puedes ofrecer a tu cuerpo!
Fotografía de valentinapowers
4 Comments
Leave your reply.