Hace unos días, comentaba el director de la Escuela Gestalt de Bogotá, Jorge Villalonga, que el horizonte de la psicoterapia es el de la integración. Lo decía desde el X Congreso de la Federación Latinoamericana de Psicoterapia, que finalizó ayer, sábado, en Quito. Y es verdad. Pocos colegas conozco que hayan realizado su camino de crecimiento y profesionalización solo a través de una corriente terapéutica o línea de trabajo.
De hecho, la Gestalt es una actitud ante la vida, que en la consulta terapéutica se configura de manera distinta según cada terapeuta y también cada paciente. Hay terapeutas que utilizan básicamente la palabra, lxs hay que incorporan técnicas expresivas (dibujo, teatro…), técnicas corporales, sistémicas… La Gestalt es una filosofía de vida que permite sanear la tierra, propicia que sea fértil para aplicar, sobre ella, diferentes formas de agricultura, según lo que se quiera cultivar, es decir, según lo que necesite la persona.
Los muros de la consulta individual, sin embargo, resultan en ocasiones limitados. Es así como los espacios grupales de trabajo personal van adquiriendo, poco a poco, una mayor aceptación por terapeutas y por pacientes. Y abundan cada vez más los procesos terapéuticos que se nutren de sesiones individuales y en grupo, de forma paralela o secuencial.
Quizá la última barrera que queda por atravesar en Occidente y que supondría una integración (recordemos, el horizonte de la psicoterapia) enriquecedora para la salud de las personas es la que separa la terapia y la psicología tradicional de las experiencias sanadoras a través de estados no cotidianos de conciencia, cuyo referente más claro es el chamanismo y las plantas maestras.
Si la medicina y la psicología ortodoxa han mantenido sus reservas respecto a la corriente humanista (que engloba, entre otras, a la terapia gestalt), sus reticencias se elevan exponencialmente ante las técnicas que invitan a una «viaje» ampliando la conciencia, y facilitando la vivencia de experiencias transpersonales (o espirituales), experiencias que, como comenté en esta entrada, son mucho más comunes de lo que pensamos, tanto dentro como fuera de la terapia.
Ante este panorama, resulta especialmente valioso (y valiente) el libro que Claudio Naranjo publicó hace un año, Ayahuasca: La enredadera del río celestial (Ediciones La Llave, 2012), en el que expone su larga experiencia con esta planta, los beneficios psicoterapéuticos de su toma y también una serie de recomendaciones para aprovechar el potencial transformador de la misma, y que su facilitación sea efectiva y segura.
Por contextualizar la situación legal de la ayahuasca en España, señalo que, en los últimos años, decenas de personas han sido detenidas por recibir ayahuasca proveniente de América, pese a que la planta no es una droga según los convenios internacionales, y no plantea ningún conflicto vigente con las leyes de este país. Y en esta misma dirección ha apuntado la primera sentencia referida a las detenciones citadas. Por fin.
Fue el pasado mes de julio cuando la Audiencia de Barcelona decidió absolver al acusado F. L., al considerar que el consumo de ayahuasca iba a ser para uso personal y para la experimentación en los tratamientos con sus pacientes, y no para comercializarla. De igual forma, la Audiencia desestimó los argumentos de la Fiscalía, rechazando así que la ayahuasca pueda causar un «grave daño a la salud». Los jueces también recuerdan en la sentencia que en Brasil y Estados Unidos el consumo de la planta está permitida.
Evidentemente serán necesarias más sentencias para normalizar la legalidad de la ayahuasca, pero, volviendo a Claudio Naranjo, no hay que olvidar que, además de discípulo de Fritz Perls y uno de los principales referentes mundiales de la terapia gestalt, Naranjo es médico. De ahí que el libro ofrezca un lenguaje que sirve de puente entre la orilla de la medicina tradicional, y la de la medicina indígena. Y de la misma manera, permite una aproximación más científica a la toma de esta planta (aunque su explicación de la experiencia kundalini es una hipótesis), siendo el mundo de la ayahuasca más accesible a las personas más racionales y desconfiadas.
Otras fuentes del río celestial
Si bien es la ayahuasca a la que los indígenas asháninka llaman hananeroca, o enredadera del río celestial, muchos de los efectos de la planta maestra son, afortunadamente, compartidos con otras corrientes o técnicas que nos llevan a experiencias profundas de crecimiento, a vivencias transformadoras (digo afortunadamente porque, como indicaba anteriormente, la recepción y consumo de ayahuasca aún cuenta con escaso respaldo de la carrera judicial en España). Claudio mismamente afirma:
Nuestro análisis de las diversas facetas de la experiencia de ayahuasca ha mostrado un núcleo vivencial que cabe describir como semejante al de la meditación, tanto en tradiciones orientales como el yoga, el budismo y el taoísmo como en la mística cristiana: la paz, el silencio, la quietud, la falta de prisa y la confianza de entregarse a un hondo reposo, llevan a un estado mental que algunos describen como una nada profundamente satisfactoria.
Así, esa experiencia de «nada profundamente satisfactoria» es conocida también por quienes han participado en una respiración holotrópica de Stanislav (al que Claudio hace referencia en el libro) y Christina Grof, otra técnica que abre la conciencia a estados no ordinarios, y en la que también se dan los tres procesos de la ayahuasca que Naranjo enumera como beneficiosos para la mejoría de las personas: la desactivación de los procesos neuróticos, («a través del simple reconocimiento de su asquerosidad«), el rescate de la vida instintiva y la inspiración. Como dice Naranjo, «la totalidad del organismo», y no el carácter neurótico, es la que «pasa a controlarse a sí misma».
Por tanto, el camino hacia esa quietud, silencio y paz interna dispone de diversas rutas. Algunas de ellas, como las plantas maestras y la respiración holotrópica, directamente te empujan a experiencias de estados no cotidianos de conciencia, y son cada vez son más asequibles.
Lo cual me lleva a rescatar dos reflexiones que el autor de Ayahuasca apunta: primero, la necesidad de que quienes faciliten o acompañen estos caminos sean personas que han realizado un camino de búsqueda interior (al igual que ocurre con los terapeutas gestálticos, que previamente hemos realizado una terapia como pacientes); en este sentido, Claudio Naranjo apuesta por crear una escuela internacional en la que chamanxs y expertxs formen a profesionales del ámbito psicoterapéutico sobre el uso de la ayahuasca.
Y segundo, acompañar estas experiencias de estados no ordinarios de conciencia con otras como la meditación, el yoga, la reflexión y estudio de la propia vida, y las actividades creativas y corporales que abren la puerta de la intuición. Es así, desde aproximaciones variadas y complementarias, como podemos llegar a experimentarnos como seres con tres cerebros, reptiliano, límbico y neocórtex, en vez de limitarnos a una porción del último.
Visto así, quizás más que hablar de estados ampliados de conciencia (seres tricerebrales), sería apropiado nombrar nuestro estado habitual de conciencia como estado reducido de conciencia (neocórtex). Son plantas como la ayahuasca y técnicas como la respiración holotrópica las que nos ofrecen accesos a una conciencia íntegra.
Foto principal de Matthias Rhomberg
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