– ¡Aquí hace mucho frío! ¡El aire acondicionado está a tope! Tendríamos que irnos o vamos a pillar un resfriado – dice la de la azotea.
– Pues yo estoy con unas ganas de marcha… ¡De esta fiesta me voy servidx! ¡Nos quedamos! – replica otra proveniente del sótano.
– ¡Ni en broma! La música está muy alta, me está entrando dolor de cabeza. ¡Y mañana hay que madrugar! ¡No me quiero imaginar la cara de resaca!
– Ahora mismo me da igual. Si tengo hambre, ¡tengo hambre!, y tú no me vas a dejar a dos velas.
Y en medio de ambas, surge una tercera, una tercera voz: «Aún sigo enamoradx.»
– Muy bien, entonces vayámonos, hay que cuidarse – reanuda la de arriba.
– ¿Pero qué dices? – contesta la de abajo -. Esa tontería sólo se quita con un dulce.
…
Y así, podríamos seguir durante un buen rato. ¿Fiesta en el 13 Rue de Percebe? Aún mejor: en tu propia casa. Tras analizar el ámbito social y el estrictamente terapéutico, completo la tanda de entradas dedicadas a ‘la comunidad’ con una tercera y, de momento, última: la comunidad del espacio interno. No hablo de doble personalidad, sino de las múltiples polaridades dentro de mí.
La terapia gestáltica incide mucho en dar voz al coro de voces que tenemos en cada unx, reconociendo que hay más de una «voz», y propiciando que dialoguen entre sí, de cara a un posible entendimiento, o una convivencia más respetuosa, al menos.
En la vecindad, unx por lo general no elige a sus vecinos: está quien quiere columpios para sus peques, quien prefiere un gimnasio para ponerse en forma y quien apuesta por cambiar la caldera.No queda otra que buscar acuerdos en las reuniones de la comunidad, puesto que cada unx tiene sus preferencias.
Ocurre igual dentro de nosotrxs: entre otras partes, tenemos una más controladora, que se rige por las normas y la moral («lo que debería hacer», «tengo que…»); otra que es pura pasión (arrebatos emocionales), otra más corporal (límites físicos de nuestro organismo, dolencias)…
Polaridades
La Gestalt invita a sentar frente a frente a dos aspectos conflictivos. Pueden ser, por ejemplo, mente y cuerpo: la primera demanda más rapidez para realizar un trabajo lo mejor posible, y el segundo solicita descanso por agotamiento. Y se ponen a hablar ambos aspectos. Es lo que se llama la silla vacía, o silla caliente: una misma persona da voz a esas dos partes suyas. A través de pautas que facilitan el contacto con cada una de las polaridades, la conversación puede ser más honesta, sin diplomacias, pudiendo empezar a verse una parte a la otra.
Una de las polaridades más conocidas es la que formó el creador de la terapia Gestalt, Fritz Perls, haciendo uso del superyo del psicoanálisis (esa voz interna que persigue el ideal del yo y la «conciencia moral»), y que Perls llamó perro de arriba, e incorporándole su par e indispensable compañía para poder existir: el personaje interno que vive del lamento, de la pereza, el victimismo, los olvidos y el boicot continuo con el que consigue torcer las exigencias del perro de arriba. A esta segunda figura, Fritz le puso el nombre de perro de abajo.
¿Es mejor una parte que otra? Para nada. Las dos imponen su «voluntad» sin poder escuchar a la otra parte. Y en la medida en que ambos perros (y cualquier otra polaridad) siguen enfrentados, parte de la energía se perderá en la pelea interna, haciéndonos la zancadilla a nosotrxs mismxs.
En otras palabras, ni columpios, ni caldera, ni nada de nada. De ahí los beneficios de desidentificarnos con el aspecto al que más apegados estamos en nuestra vida, como paso previo a poder empezar a escuchar a las otras voces que también existen dentro de nosotrxs. Son manifestaciones de necesidades y deseos que, tenidos en cuenta, propiciarán una vida de mayor satisfacción personal.
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