No están de moda las canciones de amor. El mercado radiofónico lo ilustra así, al menos. Hubo un tiempo en España en que la segunda radio musical más escuchada del país era una cadena que pinchaba, básicamente, canciones de amor. Hoy la radio temática que más está creciendo es una centrada en temas de rock. Como dice una frase que se le atribuye a Elvis Presley, «la música nunca puede ser mala, digan lo que digan del rock’n roll».
Pero volviendo a las canciones de amor, ¿pudiera ser que el romanticismo vive sus horas bajas? La cultura popular, pese a su intento de alimentar la idea de que las relaciones duran para toda la vida, siempre en un ambiente romántico y que poco menos que son la salvación de tu vida, pese a este intento, digo, la realidad se ha acabado imponiendo: las relaciones duran, a veces, un suspiro, los finales pueden ser bastante desagradables y hasta traumáticos, y al final el romanticismo se acaba antes que tarde.
Visto así, las canciones de amor parecen más un cuento chino que otra cosa. Los discos con música romántica ya no son superventas ni siquiera por San Valentín (se admiten suspiros, carraspeos, sonrisas y maldiciones), aunque siempre quedará la primavera… Y con todo, es una pena porque hay mucha sabiduría en las canciones de amor. Sé que me la juego afirmando esto, pero así lo sostengo. Y lo repito: hay mucha sabiduría en las canciones de amor.
No, no estoy pensando en las letras de excepcionales cantautorxs que trascienden el característico «sin ti yo muero», «vuelve, regresa, da sentido a mi vida», «ahora ya no sé quién soy», etc. Precisamente estoy hablando de las canciones que abundan en estos eslóganes, que hablan de un sentimiento desgarrador, sufrido, tremendo. ¿Hay sabiduría en una letra así?
Claro que sí. Lo que ocurre es que es una sabiduría oculta que necesita de una fórmula especial para ser descubierta y ascender hasta la superficie. Y esto es fácil de conseguir a través de la siguiente técnica que voy a explicar: la técnica de ‘el yo por el tú’. Es un recurso que permite exprimir el jugo terapéutico que existe en los temas de amor. Si lo tienen (que muchos, sí), lo descubrirás a través de esta técnica sencilla. Ahora, si la canción no tiene nada de jugo, también se hará muy evidente aplicando estas modificaciones.
¿En qué consiste la fórmula de ‘el tú por el yo’? En cambiar las referencias dirigidas a una segunda persona (tú) por otras dirigidas a la primera persona del singular (yo). También se puede realizar esta misma operación con canciones dirigidas a ella o él.
Pongamos un ejemplo. ¿Cómo sería la técnica ‘el yo por el tú’ en el tema Como yo te amo de Manuel Alejandro, y que popularizaron Raphael y Rocío Jurado?
La canción empieza con un «Como yo te amo…». Simplemente ese te lo cambiamos por me y así con el resto de la canción: toda referencia a la segunda persona la convertimos en primera persona. Y queda la siguiente letra (en negrita, los cambios aplicados con la técnica ‘el tú por el yo’):
Como yo me amo,
como yo me amo,
me convenzo, me convenzo,
nadie me amará,
Como yo me amo,
como yo me amo,
me olvido, me olvido,
nadie me amará,
nadie me amará,
nadie, por-que…
¡¡Yo!! me amo con la fuerza de los mares,
yo, me amo con el ímpetu del viento,
yo, me amo en la distancia y en el tiempo,
yo, me amo con mi alma y con mi carne,
yo, me amo como el niño a su mañana,
yo, me amo como el hombre a su recuerdo,
yo, me amo a puro grito y en silencio,
yo, me amo de una forma sobrehumana,
yo, me amo en la alegría y en el llanto,
yo, me amo en el peligro y en la calma,
yo, me amo cuando grito, cuando callo,
yo me amo tanto, yo me amo taaanto, ¡¡yooo..!!Etcétera.
¿No es verdad que la canción gana en sabiduría cuando aplicamos la técnica ‘el yo por el tú’? Según la letra original, otra persona te quiere más de lo que te querrá cualquier otra persona, incluso de lo que tú te puedes querer («como yo te amo… nadie te amará»). Éste es un tema muy manido en las canciones de amor: el «amor» de esa persona (léase amor flexionando los dedos índice y corazón de ambas manos) es el que da sentido a tu vida. Sin su atención, reconocimiento, aliento, etc., la vida no vale nada, no hay «chispa de la vida» (ni siquiera embotellada).
Y lo cierto es que la chispa de la vida solo se convierte en un fuego duradero si es unx quien cuida de darse amor a sí mismx. Por mucho que otra persona me quiera más de lo que yo me quiero a mí, si ese amor no propicia el cultivo del amor propio, si no me ayuda a amarme más a mí mismx, estaremos sustentando una relación de dependencia en la que, en el momento en que desaparezca la fuente de amor, se lleva consigo el apoyo en el que nos sosteníamos. Es perverso el mensaje que del dedo que apuntó a la búsqueda de la persona que llenara nuestro corazón vacío con su amor en vez de señalar el camino hacia unx, la búsqueda del amor propio que quedó dañado.
La capacidad de recibir amor no tiene un límite fijo (¿el amor se puede cuantificar?), la podemos ir ampliando en función del trabajo personal o las experiencias que la vida nos presente para poder amar más lo que somos, tal y como somos, en lo virtuoso y lo neurótico. Y es verdad que a veces esa capacidad de amor propio se incrementa a través del amor de otra persona. La cuestión es si la otra persona nos permite incrementar la capacidad de amor propio, o al contrario, nos seca del amor propio y todo el «amor» (flexión de dedos índice y corazón) queda reducido a lo que esta persona nos ofrezca. El patrón de relación sentimental que suele ofrecer la música romántica es éste último. Sin embargo, con la técnica ‘el yo por el tú’ podemos empezar a incorporar el modelo donde la otra persona me ayuda a apoyarme en mí, y yo ayudo a la otra persona a apoyarse en sí, con las limitaciones y necesidades de ambas personas.
Como yo me amo… nadie me amará…
¿Pero no acaba siendo «Como yo me amo» un culto al narcisismo? Bueno, es un riesgo, aunque no un axioma. El amor es un sentimiento que abraza lo que hay, tanto lo que gusta como lo que gusta menos. Cuando eso se puede acoger, no hay necesidad de relamerse en la propia imagen porque unx está bien con lo que hay. No necesita compararse, ni colocarse por encima de nada. Sabe que es, y se reconoce su propio lugar en el mundo.
Dicho esto, incluso con el riesgo a que pueda llevar al narcisismo en algunas personas con predilección por éste, estadísticamente son muchas más las personas no narcisistas que las que sí lo son, así que bienvenido sea este riesgo si, a cambio, conseguimos salir de este olvido del amor propio que otorgaba toda la responsabilidad a otra persona, encargada de suministrarnos ese amor. Somos personas adultas, en su mayoría autónomas, por lo que es el momento de empezar a cantar: «Como yo me amo, nadie me amará». Es una manera de ponerse las pilas y fortalecer el amor propio ;-).
La soledad
Vayamos ahora con otra demostración del potencial de esta técnica. Para ello, echemos mano de La soledad, de Laura Pausini, una de esas canciones hechas para entregarse a la tempestad de la melancolía. Es un tema en el que la artista echa en falta a Marco, que se ha marchado a otra ciudad por causa de los padres, y canta sobre la soledad en que ella vive.
Atención a la última estrofa:
La soledad entre los dos,
este silencio en mi interior,
esa inquietud de ver pasar así la vida sin tu amor.
Por eso, espérame, porque
esto no puede suceder,
es imposible separar así la historia de los dos.
Ahora transformémosla con la técnica de ‘el yo por el tú’. Lo que queda es una gran reflexión sobre la soledad, esa enfermedad de las sociedades occidentales en la que vivimos sumidos en la ausencia de unx mismx, la incapacidad de acompañarnos en lo que nos ocurre, en lo que sentimos, necesitamos y queremos. La estrofa queda así:
La soledad entre mis dos,
este silencio en mi interior,
esa inquietud de ver pasar así la vida sin mi amor.
Por eso, me espero, porque
esto no puede suceder,
es imposible separar así la historia de mis dos.
¿»Mis dos»? ¿Qué quiere decir eso de mis dos? ¿Doble personalidad? No, con la técnica de ‘el yo por el tú’ descubrimos que la canción de Laura Pausini habla sobre la polaridad que tan frecuentemente vivimos como escisión (mente – cuerpo, necesidad – obligación, ternura – agresividad…). Esta dificultad para poder integrar esa dualidad interna («me siento divididx en dos», se suele decir), en vez de poder acoger ambos aspectos a través de la conciencia como polaridades de un mismo eje.
El crecimiento personal consiste, en parte, en poder soltar la identidad limitadora a la que estamos agarradxs, que reduce nuestra experiencia a uno de los extremos, y dar espacio a los aspectos opuestos que también residen en nosotrxs, y los cuales necesitamos para vivir porque forman parte de la vida. Es a través de la integración como podemos amarnos. Sin este paso, vivimos «la soledad entre mis dos […] esa inquietud de ver pasar así la vida sin mi amor». ¡Cuánto conocimiento escondido en este tema!
En definitiva, la técnica ‘el yo por el tú’ es una herramienta que permite sustraer la sabiduría de las canciones de amor convirtiéndolas, verdaderamente, en temas de amor. Lo hemos explorado con los ejemplos de dos temas de Raphael y Laura Pausini. ¿Qué tal si pruebas a aplicar la técnica ‘el yo por el tú’ en alguna letra y compartes el resultado? Puedes dejarlo en los comentarios a esta entrada ;-).
Claro, que habrá quien lo que justo disfruta de los temas de amor es la «marcha» y el carnaval que dan. Pues entonces nada como mantener la versión original. El asunto es ponerle conciencia.
Foto principal de garlandcannon
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