Deseos, temores, reflexiones y conclusiones, plagados de incoherencias. El proceso terapéutico pasa, en ocasiones, por aceptar los aspectos locos que hay en nuestro interior. Es la opción para frenar la pelea entre lo cuerdo y lo loco, lo correcto y lo inadecuado, lo moral y lo instintivo…, y no alimentar más dicho conflicto interno.
En otras ocasiones, lo que la sociedad llama locura responde en realidad a una sabiduría intuitiva, ajena a la lógica, y que, si es escuchada, permite a la persona rescatar una enorme fuente de energía, pudiendo encontrar el apoyo en sí misma. Es así como empieza a respetarse los aspectos menos «civilizados», «occidentales», «racionales».
Pero ése no es el asunto del que quiero hablar hoy. Porque ya sean lógicos o incoherentes, existe una tendencia generalizada que afecta a los deseos, temores, reflexiones… y que es la de prolongar su sombra hacia el futuro. Si ahora me va mal, siempre me va a ir mal, Si ahora tengo buena racha, ya me va a ir bien en lo que resta de temporada.
Renunciamos así a lo obvio: no sé qué va a pasar mañana, en la próxima hora, en el momento que venga a continuación. Nosotrxs insistimos: todo va a seguir igual, este momento va a perpetuarse. Si es estupendo, ¡en él me quedaré para siempre! Si es doloroso, ¡siempre me toca a mí! (ojo al siempre, compromiso de eternidad). O al revés, si no toleramos los momentos «negativos», los intentamos acortar mentalmente para prolongar ficticiamente los «buenos», diciéndonos: ¡en seguida va a llegar una buena noticia! En este caso, es la fantasía de algo futuro que prolongamos hacia el momento presente, negando lo que hay.
Yo no sé cómo estaré mañana, ni cómo acabaré el día. Cuando abrí los ojos este lunes, no tenía ni idea de que me iban a llamar del dentista ofreciéndome un hueco para las 13:30. Cojamos lo que hay, lo que se da; si respiro, acepto lo que tengo delante algo podré aprender de ello, pero no sé cuánto va a durar esta situación que tengo en el presente. Y en vez de asumirlo y disfrutar de la experiencia como presente cambiante, intentamos secuestrarla o soltarla rápido. El presente cambia, la neurosis nos estanca.
Claro que da miedo la vida. En ocasiones, ¡da mucho miedo! Tanto que queremos anticiparnos a lo que nos tiene preparado. Así es como intentamos sobrevolar la existencia, dibujamos un mapa mental que nos sirva de pronóstico del tiempo sin tener ni idea de meteorología, sembrando predicciones del estilo: «como ahora me pasa esto, en el futuro ocurrirá lo mismo o lo contrario», y obviando la fuerza de la gravedad: la vida se camina. Paso a paso.
¿Qué hacer entonces para no caer en los infiernos o subirnos a los cielos, pudiendo disfrutar de la experiencia como lo que es, como este momento presente? Echamos mano de las tres palabras.
Tres palabras…
Aquí va una tanda de afirmaciones, reflexiones y conclusiones que pueden sonar incoherentes, lúcidas, irónicas o de lo más normal. Desde luego, no son generalizaciones; tómalas como posibles escenas del gran teatro de la vida. La cuestión es que te inspiren para reconocer las fijaciones que construimos a partir de un momento dado, ya sea éste dulce o amargo.
A veces para unos ojos ajenos resulta evidente que unx se lo monta muy bien para persistir en la conclusión que ha alcanzado, y mantenerse dentro del encuadre que plantea su fijación mental. Otras veces tiramos de razonamiento mágico y misterioso para confiar en que lo peor ya haya pasado.
Lo que sí está claro es que no sabemos lo que la vida nos tiene preparado. Así que para bajarnos a la tierra y pisar suelo, nada mejor que las tres palabras.
Aquí van las escenas del teatro de la vida:
¡Nunca voy a encontrar pareja! Estoy cansadx de buscar. Mira que cada fin de semana me llevo un trío a la cama.
Tres palabras.
Soy gafe: primero me dejo el paraguas en casa, luego no entra ni un solo cliente en la clínica dental, y ahora se pone a llover. ¡Y encima con este dolor de muelas!
Tres palabras.
Por fin he superado la mayor crisis laboral. Ya no volverán a rechazarme en una entrevista de trabajo. ¡Sé hablar alemán!
Tres palabras.
¿El sexo? No lo echo en falta. Tampoco las caricias. ¡Qué ganas de complicarse la vida! Con lo a gusto que estoy casadx.
Tres palabras.
Estoy en la crisis de los 40. Mis padres me quieren echar de casa.
Tres palabras.
La jubilación es una desgracia. Ahora tengo todo el día para hacer lo que yo quiera.
Tres palabras.
Amadx míx: ¿por qué me dejaste con este vacío? La vida no tiene sentido sin ti. Vivir me duele. Todo me recuerda a nosotros, incluso los cuernos que te puse.
Tres palabras.
En lo que va de mes, sumo tres pacientes nuevxs. ¡Como terapeuta no hay quien me gane! Por fin me voy a poder pagar las pastillas para la depresión.
Tres palabras.
Espero que sirvan para identificar algunas de las ideas locas que habitan en la cabeza. A veces, cuanto más locas, incoherentes y absurdas sean, más probabilidad habrá de acariciar verdades en bruto, y más ayudan a desmantelar las fijaciones propias.
En fin, que la pregunta del millón es, ¿y cuáles son las tres palabras? Yo las escuché por primera vez en boca de Alejandro Jodorowsky, y un cuento que narró en el Circo Price madrileño hace poco más de un año. En su blog he encontrado una versión reducida, así que sugiero mejor ésta otra, cuyo título lo forman las tres palabras susodichas: «Esto también pasará». Simplemente eso: esto – también – pasará. Esto también pasará.
Ahora puedes revisar los ejemplos anteriores, y acabar cada uno con «esto también pasará». ¡Tienen un efecto muy poderoso!
Llevar contigo estas palabras te permitirán agarrar el momento presente. El presente es lo único que permanece. Todo lo demás, cambia. Si estás en una situación muy buena y sabes que va a pasar, ¡aprovéchala y disfrútala ahora! Aquí y ahora: nútrete de lo que tienes, y lo que tienes es lo que se da ahora mismo, aquí. Aquí, una viñeta que viene al caso.
Y si, por el contrario, lo que te ocurre en este momento es que temes que la pesadilla no acabe nunca, dite también: esto también pasará. Ayuda a eliminar añadidos innecesarios, principalmente sufrimiento. Si duele, ¿para qué sufrir, para qué contarnos si va a durar más o menos, si saldremos o no… cuando no lo sabemos? Con que duela ya estamos trabajando con lo que ocurre, con lo presente. Vivirlo ayuda a poder caminar al siguiente momento presente sin deudas acumuladas de situaciones previas, es lo que en la Gestalt llamamos la gestalt inconclusa, la interrupción del ciclo gestáltico o ciclo de satisfacción de necesidades.
… y una canción
Podría haberme ahorrado la entrada y colgar directamente el tema ‘Todo cambia’, pero no me lo habría pasado tan bien, la verdad. Aprovecho para rendir homenaje al autor de la canción, que no es Mercedes Sosa. La Negra la popularizó, pero quien escribió la letra y la música es otro chileno, Julio Numhauser, según he descubierto.
Así que cuelgo un vídeo con la versión del propio Julio junto a Francisco Ibarra:
Foto de taylor.a (flickr)
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