«[Les] suele caracterizar la superficialidad y el esquematismo», pero no siempre es así. Y parece que cada vez hay más ejemplos que demuestran lo contrario. Algunas hasta tienen «la densidad, la diversidad, la ambición totalizadora y las sorpresas e imponderables que en las buenas novelas parecen reproducir la vida misma». Fin de la cita.
El entrecomillado pertenece a Mario Vargas Llosa, y está extraído de una columna periodística, Los dioses indiferentes, en la que habla sobre las series de televisión. O más bien, la serie de televisión: ‘The Wire’. El escritor peruano dedicó una tribuna entera a hablar sobre una de las joyas de la HBO, cadena de televisión de pago estadounidense que ha alumbrado algunas de las mejores series de los últimos años. ¿Mi consejo? Si no has visto ‘The Wire’, no leas el artículo de Vargas Llosa porque destripa algunos momentos sublimes de esta serie… ¡y empieza a ver ‘The Wire’!
Las series de televisión. Las hay de todos los colores y formatos, más largas, más cortas; semanales o diarias; con tramas que se desarrollan durante toda una temporada o que concluyen en el mismo episodio en el que se inician… En España hemos pasado por varias oleadas: oleada de telenovelas, oleada de series familiares, de series sobre sectores profesionales varios (medicina, educación, policía…); oleada de series de época…
Y entre exteriores e interiores, diálogos, reflexiones y voces en off, momentos de conflicto y de resolución…, ahí están ellas, las historias de los personajes a los que acompañamos, y que a veces pueden ser personas, animales, espacios, ciudades… Empiezas a conocer su forma de pensar, sentir y actuar; su manera de complicarse el día a día, recuperarse o no de los golpes de la vida, luchar por cumplir sus deseos…
Las series, las buenas series, como las buenas novelas y obras de teatro, te ayudan a ampliar la comprensión de la realidad; una comprensión holística, que integra mente, cuerpo y emoción. Las buenas series abren en tu interior nuevas preguntas, distintas a las que acumulabas antes de empezar a verlas. Su extensión permite explorar más fielmente la complejidad de las personas, con más permiso para lo brusco y lo sutil, las contradicciones, la mentira, la verdad y la realidad. Y también los silencios. Adiós a las convicciones, patrones y estereotipos.
Una buena serie te va adentrando en esa ciénaga de vacío, angustiosa para el carácter, sanadora para el ser, que es la pregunta del millón ¿quién soy yo?: ¿quién soy yo si tengo cariño a este psicópata?, ¿quién soy yo cuando me siento perdidx (en una isla)?,¿quién soy yo cuando me asomo a la vida a través de la mirada ingenua de aquellos maravillosos años?…
Y con quién soy yo, su pareja de baile: ¿qué es la vida? ¿La vida, la muerte, el amor, el deseo, la violencia, la justicia…?
Mayor libertad narrativa
La caja tonta ya no es lo que era. El momento del cambio, según muchas firmas del sector, tiene lugar cuando en Estados Unidos las cadenas de cable se lanzan a realizar series de ficción. Al tratarse de canales de pago y no depender directamente de la publicidad, hay menos urgencia por garantizar el éxito inmediato de audiencia, y más permiso por experimentar y explorar otras formas de narración. Es entonces cuando lxs guionistas se frotan las manos y empiezan a jugar a crear historias, historias de verdad, historias con verdad. Un oficio muy serio.
De la misma manera en que la caja tonta va perdiendo volumen y deja de ser caja para convertirse en pantalla plana, su capacidad para atender debates personales y sociales a través de la ficción la jubilan de su tonteo. Ahora plantea preguntas inquietantes, cuestiona de forma más directa. Cuestiona a la sociedad y cuestiona a cada unx.
En las librerías, actualmente abundan libros de series de televisión que versan sobre la filosofía, la madre de la psicología. Así, Henry Jacoby, autor de uno de estos libros, explica que su intención es que «el público sea capaz de pensar de una forma más crítica, y que vea que muchas de las preguntas que se plantea en sus series se han debatido décadas.»
Las buenas series de televisión te hacen revisar conclusiones de tu propia biografía, sacuden las fijaciones mentales que anquilosan la arquitectura interna de nuestra persona. Son ventanas a indagaciones terapéuticas, viajes individuales que, gracias a la popularidad de la televisión, se vuelven aventuras sociales. ¿Sigues esta serie? ¿Has visto ya el último capítulo? ¿Cómo te quedaste con ese final? ¿Sabes cuándo emiten la nueva temporada?
Hay buena salud en la ficción televisiva del siglo XXI, sobre todo en Estados Unidos (que también es la más conocida), pero no solo. Y en este rincón, el blog en TVrapia, iré recogiendo series de televisión que bien podrían recetarse como medicamento para la mente, para el cuerpo, para el corazón.
¿Te ha venido alguna a la mente? ¿Alguna sugerencia? Ya sabes que si comentas, enriqueces 😉
Fotografía principal de Sarah Reid
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