La frontera entre dos idiomas siempre ha dado mucho juego en el ámbito de la comunicación, principalmente cuando lxs hablantes de uno de los idiomas se atreven con la otra lengua sin dominarla aún. Requiere oído, memoria, estudio, mucha práctica y gallardía. En España es notoria nuestra dificultad generalizada con el inglés (ver películas y series de televisión anglosajonas en versión original, algo que hacemos poco, propiciaría la inmersión lingüística).
De todo esto, nos reímos y avergonzamos… y a veces hasta nos enorgullecemos de ello. Lo hemos hecho desde hace tiempo: una de las actuaciones más recordadas de la pareja Tip y Coll es en la que explicaban cómo llenar un vaso de agua, con traducción simultánea al francés; bueno, más que traducir, Tip (Luis Sánchez Polack) chapurra.
Sin embargo, dos idiomas no necesitan intercambiar sus hablantes para generar espacios de incertidumbre. ¡Las lenguas se bastan y se sobran consigo mismas! Si no, que se lo digan a lxs intérpretes y traductorxs, que sudan la gota gorda cada vez que se enfrentan a los juegos de palabras que propician las polisemias, las palabras (y signos) que tienen más de un significado.
La polisemia es uno de los pilares del humor de los hermanos Marx, ese mundo que en España calificamos principalmente como humor absurdo, y que en inglés resulta ser mucho más inteligente. Por ejemplo, en la película Plumas de caballo, Harpo encuentra una solución a la falta de un testigo que firme el documento del despacho de abogados para que así el papel tenga validez. Sale de la habitación y al rato llega con una foca. Esto es humor absurdo.
En la versión original, entre tanto, Groucho y Chico dicen «there is no seal on it», que quiere decir que no hay sello [en el documento, y sin sello el documento no es legal]. Claro que seal también significa foca, acepción con la que se queda Harpo, de ahí que trayendo un ejemplar del mamífero, Harpo pensase que el problema quedaba resuelto. Como éste, hay muchos juegos de palabras de los hermanos Marx que se perdieron en la traducción al español. Un estudio elaborado en 2008 cifra en un 35% los chistes basados en la polisemia que en España no encontraron equivalente, quedando como golpes del humor absurdo de Groucho, Chico y Harpo.
Intraducibles
Claro que los idiomas también contienen términos únicos y exclusivos que responden a las mentes que lo utilizan. Y si bien con la globalización se va imponiendo una cultura compartida en buena parte del mundo, aún existen rincones de experiencias y perspectivas que reflejan una forma local de vivenciar la vida.
Así a la felicidad que genera la felicidad ajena se le llama mudita en las lenguas pali y sanskrita, mientras que el sentimiento que es aún más fuerte que el amor y que solo se puede demostrar superando una gran discusión recibe el nombre de jong en coreano. Son significados de experiencias que, por su relevancia, llevan a lxs hablantes de esas lenguas a buscar una palabra con la que poder nombrarlas. Es saludable poder nombrar lo que es importante para unx. Ése es, de hecho, uno de los grandes beneficios de la terapia gestalt.
¿Y todo esto para qué? Todo esto para poner de manifiesto la cantidad de agujeros negros que obviamos en la comunicación entre dos personas. Suelen ser más evidentes en vínculos entre personas de distintas nacionalidades y lenguas maternas, pero no solo, porque las diferencias no las marca exclusivamente el idioma, sino la tribu familiar de cada unx.
Hay familias donde la expresión «te quiero» no entra en su vocabulario, que no disponen de una palabra para expresar el dolor o la gratitud, que no cuentan con un término que defina «no puedo más» o «perdóname»… Son significados que conocemos, sí, pero la utilización de éstas u otras palabras que hablan de experiencias universales de la vida, experiencias por las que la mayoría pasamos, no siempre son legitimadas por las tribus familiares. Si no cuentan con su beneplácito, pueden ser conceptos tabú. Y los conceptos prohibidos no son nombrables. Así, en lo real, los «diccionarios familiares» están llenos de agujeros, tachones y hojas arrancadas.
Es el encuentro con otra persona, el contacto con el mundo exterior, el que permite tomar conciencia de estas palabras, ideas fijas y vivencias que aprendimos que eran prohibidas y en realidad no lo son. Es sanador nombrar lo real, siembra conciencia, abre el camino interno al cambio reparador.
Por tanto, es importante empezar a contemplar el propio vocabulario como un contenedor subjetivo y limitado de la experiencia de la vida; mi vocabulario y mi forma de expresarme recogen, en parte, la experiencia de quienes compartimos esa lengua, y sobre todo la propia vivencia biográfica. Desde esa perspectiva, y al igual que ocurre con el cine de los hermanos Marx, muchas discusiones que podemos vivir como absurdas pueden en realidad ser escenas en las que faltan elementos de traducción, en donde una parte debe buscar la manera de transmitir el contenido de manera que la otra pueda entenderlo, y la otra abrirse a la polisemia de la vida. Agatha Christie lo expresa así: «Si uno se atiene muy rígidamente a sus propios principios, difícilmente puede ver a nadie».
No es fácil encontrar el equilibrio entre el respeto a los propios principios (de los lingüísticos a los más profundos) y el cuestionamiento de los mismos, pero creo que es muy enriquecedor y signo de estar en un proceso de crecimiento.
Quizá la clave, al final, está en poder encontrarse en la comunicación de las emociones. Y entender que cada persona genera con su vocabulario un camino individual hacia este espacio común. La directora de teatro, actriz y terapeuta gestalt Catalina Lladó explicaba hace unas semanas cómo el dolor supuso un punto de encuentro para un grupo de personas de diversas nacionalidades, que hablaban cinco lenguas distintas, dentro de un proyecto teatral que puso en marcha para combatir la xenofobia en Salt.
¿Y cómo llegar a este lugar de comunicación y entendimiento? Desterrando etiquetas y ciñéndonos a lo obvio. Como ya comenté en esta entrada, es más claro decir «cuando decides a qué colegio va nuestra hija sin consultarme, me siento ignoradx» que decir «nunca me tienes en cuenta». Las etiquetas (lo «correcto», lo «adecuado», lo que está «bien» y «mal», lo que «hay que hacer») no facilitan la comunicación y el encuentro, sino que son conceptos subjetivos y confusos que abren la puerta a los malentendidos.
En resumen, contempla que tu vocabulario y lenguaje no es el correcto, normal, único…, y por tanto las demás personas deberían adaptarse a él. Más bien, tú y la otra persona podéis conoceros mejor a través de la diversidad de vuestra expresión, y en las diferencias reconocerte mejor a ti, y todo lo que habías dado por sentado de ti, de lxs demás y de la vida. Además, propiciar la comunicación emocional a través de lo fenomenológico, de lo obvio y lo concreto ayuda a generar puentes de encuentro. Son dos elementos con los que podemos entendernos más fácilmente.
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