El folio en blanco es un encuentro con el vacío, el fondo inerte a la espera de que surja de él una figura.
De la nada emerge el camello que es el elefante sobre el que va sentado un faquir, y vuelven a desintegrarse. De nuevo, vacío.
El miedo al folio en blanco es el susto al vacío. ¿Dejo de existir si conecto con el agujero que siento en mis tripas? ¿Me volveré locx? ¿Podré respirar? Qué ganas de llenar el folio, de sentir que tienes que contar (¡yo no tengo nada que contar!), y que lo que cuentas vale (¡lo mío no vale!), y en ésas te imaginas escribiendo y escribiendo sin parar hasta el absurdo de que la tarde da paso a la noche, la noche a la madrugada y la madrugada a la apertura de la churrería de la calle perpendicular desde donde ya llega el olor a porras y tú, dale que dale, escribiendo para no quedarte en el vacío.
Y qué susto da el vacío.
El vacío es «la nada», «dejar el falso ser», «desaparecer para reencontrase en otro ámbito» tal y como recoge Paco Peñarrubia en su genial texto sobre la terapia gestalt ‘La silla de Perls‘. El camino de la terapia es habitarte de nuevo, para lo cual hay que abandonar el falso hogar.
«Es el final del mundo» dijo la oruga. «Es tan solo el inicio» dijo la mariposa.
Camellos, elefantes, orugas, mariposas. El vacío está lleno de animales.
La escritura es un camino al vacío. El folio en blanco es el imperativo a sacar la expresión del aquí y ahora, sea ésta acción, sensación, emoción/sentimiento o pensamiento. Cada palabra que sale extrae contenido del interior volcándolo sobre el papel, y así el embalse reduce su depósito y el encuentro con el vacío surge de manera más suave.
Escribes para no quedarte en el vacío, y en realidad es la prisión de hipocresía de fuera y de dentro la que ya no soportas más. Temes al vacío ante la expectativa de que te aniquile, y sabes que lo que te mata es vivir desconectadx de ti, deshabitando tu organismo, tu persona, ocupada por un síndrome de diógenes que te llena de actitudes, objetos y pensamientos que no quieres más, que no te otorgan libertad y que te asfixian.
La escritura no te saca de la prisión. La escritura saca la prisión de ti… y te aproxima al vacío. Para eso escribes: un pensamiento tiene más recorrido en la mente que sobre el folio en blanco. Verdad verdadera.
Si bajas la barra de desplazamiento vertical hasta el final de esta página, te caerás por la ladera de la montaña azul. Hasta toparte con el vacío fértil.
Y el folio vuelve a ser lisa y llanamente fondo.
Imagen de boulanger.IE
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