La oferta de mentiras que podemos encontrarnos en los medios de comunicación, desborda la demanda de las mismas. Por cada declaración institucional, política, económica sostenida en una verdad, hay 99 que se amparan en mentiras. La falacia es, además, sostenida por unos media que, en su mayoría, apuntalan su propia opinión partidista e ideológica. Se trata, en definitiva, de los altavoces de un sistema (el capitalista) cuyos embustes van perdiendo el artificio que en su momento los justificaba, para quedar en evidencia pública como vergonzosa farsa, trola desnuda, engaño mayúsculo.
La mendacidad acompaña a la maquinaria del castillo de naipes que ahora se derrumba, y se extiende por todos los ámbitos, tal y como, por ejemplo, demuestra cada semana en España el programa de televisión Salvados (una de esas islas del buen periodismo –cada vez menos solitaria, todo sea dicho– en un océano de propaganda en tinta, sonido e imágenes disfrazadas de «noticias»): asunto que aborda el programa dirigido por Jordi Èvole, destapa corrupción, intereses, calumnias… Y este veneno no se ciñe a un país, sino que está muy extendido entre las instituciones y corporaciones que dirigen los hilos económicos y políticios de buena parte del mundo.
Por argumentar cómo la falta de verdad está extendida, pondré dos ejemplos de ámbitos diferentes. Claudio Naranjo reflexionaba a principios de año sobre la mentira del sistema económico capitalista: se considera un sistema cerrado. Transcribo unas palabras suyas de una conferencia que ofreció en Madrid y en la que presentaba sus últimos libros, Ayahuasca, la enredadera del río celestial y La revolución que esperábamos (puedes leer una parte de la misma, aquí):
Si hubiera una economía científica en el sentido de una economía que toma en cuenta los nexos de las transacciones económicas con el ecosistema, con las necesidades humanas, que vea en qué mundo se inserta el comercio… Si se viera eso en la ecuación matemática, se vería inmediatamente que la economía es la causa de asesinatos masivos que ocurren a cada rato porque con subir los intereses de ciertas secciones en la bolsa, quedan sin comer masas ingentes en África que no pueden ya con el precio de los alimentos.
Si bien el económico-financiero es el sector donde más evidente resulta la mentira que nos rodea, ésta no es ajena a otros ámbitos. Por ejemplo, el sector de la salud: el manido trastorno de déficit de atención e hiperactividad (TDAH) es «un ejemplo de un trastorno inventado». Quien lo ha dicho es uno de los impulsores del diagnóstico del mismo, Leon Eisenberg, para quien «la predisposición genética al TDAH está completamente sobrevalorada. En cambio, los psiquiatras infantiles deberían determinar más detalladamente las razones psicosociales que pueden conducir a problemas de conducta» (la negrita es propia). La noticia vuela ahora por internet, al parecer con un titular que no se ajusta a las palabras reales de Eisenberg (se le otorga la afirmación de que el TDAH es una «enfermedad inventada» y según el texto original, no habría dicho tal cosa); en cualquier caso, hace referencia a una información de principios de 2012.
De nuevo, la misma pregunta, ahora centrada en la salud: ¿un sistema abierto o cerrado?, ¿genético, cognitivo, psicosocial…? La mentira se disfraza de verdades rotundas que solo dan pie a preguntas y respuestas cerradas, blanco o negro, construcciones cuadriculadas.
La pequeña mentira
La cuestión es: ¿cómo hemos llegado a esto? ¿Es un sistema enfermo el reflejo de una sociedad enferma, es decir, reflejo de personas enfermas? Ojo, no hablo de un reparto a partes iguales de responsabilidad, sino que apunto a cuál es el fraude que cada unx sostiene en su vida. Y ése es el que impone la mente.
Nuestro concepto de la realidad está lleno de grandes mentiras: la idea de quién soy yo, cómo es el mundo y mi relación con el mismo son tres campos de minas mentales que faltan a la verdad. «Por tu valía te querrán», «la vida, si no es intensa, no es vida», «el mundo es un lugar peligroso», «lo doloroso mata», «o eres una persona buena o eres una persona mala», «el mundo no tiene nada valioso que ofrecerme», «soy una persona horrible» y así un largo etcétera de barbaridades que atesora la mente cuales axiomas. Son las fijaciones o ideas locas: van desde los estereotipos a las generalizaciones, pasando por las autoexigencias («tengo que…», «debo…»), etc.
¿De dónde vienen estas fijaciones? Al abrazo de la neurosis llegamos a través de las experiencias traumáticas en los primeros años de vida (en ocasiones vivencias prenatales), como la falta de alimento, protección y cariño. Claro que las ideas locas también se cocinan a través de la manipulación a la que nos sometieron las figuras de referencia en nuestra infancia: sus deseos, necesidades e ideas se impusieron envueltas con el papel de regalo de que eran la única verdad admisible, y que era la mejor opción que elegir, por nuestro bien (quizá decían que era por el suyo; en definitiva el bien de las figuras de referencia era nuestro bien). Puede que en algunos casos se tratara de pequeñas mentiras; ahora bien, el dolor que generaron fue muy grande.
Reconocer esta verdad, la de la manipulación, duele. La verdad de que de peques no recibimos el amor que necesitábamos y como necesitábamos, duele. Un dolor que generaba una angustia que, con tan pocos años de edad, resultaba inasumible. Sin apoyo externo, no había manera.
Una vez hemos crecido, la mente insiste en que ese dolor sigue siendo infranqueable. Y ésta es una mentira a confrontar. Confrontarla para poder crecer, para soltar la farsa que tanto nos enferma, por salud, por amor propio. Como decía Naranjo en la conferencia citada más arriba, «la razón no basta». La razón es un sistema cerrado, y su dominio dictatorial impulsa hacia la muerte, de la misma manera que este sistema capitalista carga cada vez con más víctimas a nivel global y enferma más y más al planeta. Si la mentira ya no nos vale, por la evidencia de su efecto mortal, queda abrirnos al encuentro de la verdad. Y ésa es una búsqueda que empieza por unx mismx, un viaje hacia dentro.
Imagen: película El gran dictador
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