Cuando acudes por primera vez a una consulta terapéutica, estás convencidx de que tienes un problema en tu vida. Quizás no sabes decir exactamente cuál es, o no llegas a percibir el alcance y/o su causa, pero sí sabes reconocer que así, como te van las cosas, no estás bien, no puedes desarrollar una vida saludable. «Sí, los cerdos. Exploremos eso más extensamente» le dice el terapeuta al pájaro furioso en la siguiente viñeta, pájaro protagonista de los juegos para móviles llamados Angry birds (los cerdos son uno de los múltiples enemigos que debe intentar eliminar).
En ocasiones ocurre que no cuentas con nadie a quien compartir tus preocupaciones, inquietudes, deseos…, y esa oportunidad la puedes encontrar en la terapia, hablando de lo que te importa, con honestidad y transparencia. Así, el poder expresarte con libertad, reconociendo cómo vives internamente los acontecimientos que te suceden, puede producir ya efectos muy terapéuticos a nivel emocional, permitiendo que la autorregulación organísmica empiece a reactivarse.
Claro que, la mayoría de las veces, la expresión libre de tu mundo interno no es suficiente para constatar los cambios que quieres introducir en tu vida, y es entonces cuando asoma la fantasía de la ‘varita mágica’, con fantasías como la siguiente: no importa que yo lleve toda la vida comportándome y funcionando de esta manera; seguro que mi terapeuta tendrá una fórmula para cambiar de forma inmediata y sin resistencias. ¡O quizá cuente con unxs donantes, donantes de actitudes!
«Le he encontrado un(a) donante para el transplante de actitud», le dice el terapeuta a su cliente en la imagen de arriba. Otra posibilidad la encontramos en la siguiente viñeta: «Estoy dispuesta a hacer algunos cambios en mi estilo de vida, siempre y cuando no tenga que hacer nada diferente».
Ojalá pudiera ser así. Generalmente, el proceso terapéutico implica cambios. No tienen por qué concretarse en «hacer» cosas de otra manera. En gestalt prima la toma de conciencia: puedes seguir haciendo lo que hacías o puedes hacer algo diferente. Lo esencial es que te des cuenta de tu comportamiento, de tus pensamientos, de tus sentimientos, y a partir de ahí seas consciente de la elección que estás tomando (sentir/no sentir, hacer esto/lo otro, alimentar pensamientos recurrentes/acallar la mente, etc.) y de sus consecuencias… Solo así puedes responsabilizarte de ti y hacerte cargo de tu vida.
Y a través de la conciencia, poco a poco empiezan a tambalearse algunos estereotipos, las incongruencias de la forma de vivir que tenías hasta ahora, incongruencias como la que plantea la siguiente imagen: «No ahora, querido, estoy ocupada [leyendo ‘Cómo criar al niño perfecto’]».
Y desde ese nivel, empiezas a indagar hacia dentro, descubriendo ángulos muertos que desconocías, perspectivas que dan un vuelco a la percepción rutinaria de la vida, de tu vida excepcional.
«Estoy tan preocupada de que la gente me quiera, que ni siquiera he considerado si yo los quiero a ellxs», reflexiona esta viñeta de Cathy Thorne.
En este punto, las preguntas que llevabas contigo a la consulta se pueden transformar en otras nuevas, ¡y empiezas a hallar respuestas! En la siguiente viñeta, un hombre lee el libro ‘Todo lo que querías saber sobre las fobias… ¡pero te daba miedo preguntar!’
En ocasiones, tu terapeuta te planteará propuestas a explorar, posibilidades que no se te habían ocurrido que estarían al alcance de tu mano. Claro que la inspiración propia siempre las puede transformar en alternativas creativas:
«¡Mi terapeuta me sugirió que redirigiese mi rabia hacia el paisajismo y la jardinería!», explica el protagonista del dibujo superior. Se ve que lo ha hecho, sí.
Al final, el proceso terapéutico te llevará a descubrir aspectos de ti que desconocías. Eso puede asustar, claro, y también es una oportunidad estupenda para adquirir más herramientas en ese aprendizaje continuo que es vivir la vida.
Como dice el Kinder sorpresa de más abajo, «Tengo miedo a descubrir una sorpresa si miro muy adentro de mí». De eso se trata, amigx, de eso se trata.
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