El trabajo personal va cobrando cada vez una mayor relevancia en la sociedad occidental. Al cuidado del cuerpo desde su imagen física, se incorpora ahora un mayor interés hacia actividades para el bienestar, incluidas propuestas que trabajan con la mente, e incluso con la espiritualidad y el cultivo de lo transpersonal en un contexto ajeno a las religiones.
Es un viraje en el que estamos construyendo una nueva escala de prioridades. Si la crisis actual responde a un sistema que prima la riqueza económica individual, cada vez es más compartida la percepción de que la codicia no otorga la felicidad. Ni siquiera la seguridad, porque nadie, ni nada salva a unx de sus propios fantasmas y temores internos, salvo que se atreva a afrontarlos por sí mismx.
Claro que, en esta reorganización de las prioridades como sociedad, aún asusta enormemente el trabajo sobre las emociones. Incluso en aquellas personas que sí tienen inquietudes trascendentales. Y este miedo hay quien lo viste de seda (como la mona), bajo la idea de que «cultivar mi espiritualidad ya va a traer de por sí la paz interior». Así, hay personas que se inician en la meditación, el mindfulness y otras técnicas enfocadas en la mente y la experiencia transpersonal, confiando en que así alcanzarán el «equilibrio integral», por llamarlo de alguna manera. Y quizá sí adquieran algo más de quietud mental, pero se lo estarán poniendo difícil en lo que respecta a la sanación emocional. Lo digo por experiencia propia.
Mi contacto con la meditación arrancó en la Escuela de Filosofía Práctica (Madrid), en la que estuve unos años. Allí me inicié en la meditación conocida como trascendental, y entré en contacto con las enseñanzas de textos filosóficos. Entonces aún no había pisado una consulta terapéutica. Después dejé la escuela y marché al extranjero. También dejé de meditar. Y al regresar, hice la formación en terapia gestalt y al acabarla retomé la meditación, animado por las propuestas que Claudio Naranjo plantea en el programa SAT. En la actualidad, siento que el proceso terapútico y la práctica meditativa hacen una buena pareja en el camino del crecimiento personal. Y reconozco el enriquecimiento que me ha aportado cada etapa de las citadas.
Mi experiencia me ha enseñado que trabajar la espiritualidad y la observación de la mente, sin abordar las heridas emocionales puede hacerte volar… y no pisar tierra. Me pasaba antes de comenzar la terapia. Síntomas de esto es la adquisición de un lenguaje simbólico y poético, una gran dificultad para nombrar lo concreto y para abordar los conflictos interpersonales y lo cotidiano, que, no por ser más terrenal que lo meditativo, deja de ser significante en la vida propia.
Así, fui alcanzando altas cotas de «profundidad» (en mi caso, léase literalmente, entre comillas), una mirada más amplia de la vida, y en ocasiones hasta sentía que alcanzaba una gran comprensión existencial. Pero ocurría que, en cuanto salía al mundo y entraba en contacto con otras personas, volvía a tropezar con la misma piedra con la que llevaba topándome toda mi vida. Era una vivencia muy dispar la que tenía en mi mundo interno respecto de la del contacto con el mundo externo. Resultaba frustrante.
Una vez empecé el proceso terapéutico (con la gestalt, en mi caso) fue cuando sentí que la quietud interna no dependía ya tanto de estar restirado del mundo, o incluso de una mirada condescendiente al mundo en la que pude caer, sino en aceptar mis limitaciones. Puede sonar contradictorio mentalmente, pero he comprobado (conmigo y con pacientes) que la aceptación de los límites, de la herida también, es la puerta a la transformación. En el contacto con los límites propios empieza el camino a la transformación, hacia algo más amplio e íntegro del ser.
Esta experiencia se la he escuchado igualmente a personas con un trabajo espiritual mucho más avanzado, que también se sentían encerradas tras las barreras de una jaula emocional de la que no conseguían salir (aunque en muchos casos, a priori no lo sabían nombrar). Una vez se realiza el trabajo con la herida emocional (me refiero a las heridas que más marcaron nuestra forma de desenvolvernos en la vida, aquellas que limitaron nuestra experiencia de ser), es entonces cuando unx puede descansar consigo y también puede cultivar ese estado en el encuentro con las demás personas.
*El riesgo de volarse en quienes no atienden lo terrenal y se limitan a lo «divino», es un aspecto sobre el que también advierte esta entrada sobre los peligros del mal uso de la ayahuasca, en concreto cuando se utiliza exclusivamente para la expansión de la consciencia:
Ayahuasca es una medicina, un remedio que actúa a nivel físico, emocional, mental, espiritual y situacional. Trabajando solo a nivel espiritual, alcanzando elevados estados de consciencia crea […]: un desequilibrio entre Tierra-Universo produciendo efecto de “volar” en las personas.
La pérdida de conexión con la vida material, y apertura sin límites del mundo de fantasías sin poder y sin interés de realizar realmente nada.
Este desequilibrio provoca también la deficiencia de los dos primeros chacras, que provoca amplificación de los miedos, inseguridades, … entre tantos.
Es enriquecedor nutrir los distintos niveles del ser (físico, emocional, espiritual, mental). Cultivar exclusivamente el espiritual cuando somos más que eso, aquí y ahora, puede contarse como un camino de profundidad y realización. A mí me suena más a una inteligente forma de maquillar las dificultades en las otras esferas en las que también nos tenemos que manejar para vivir. (*actualización 2/03/14)
Paco Peñarrubia es taxativo respecto a la necesidad de sanar primero la herida caracterial. En una entrevista publicada en la web concienciasinfronteras.com, afirma:
Transpersonal significa atravesar lo personal, lo falso, la máscara, trascender los límites de la persona, del ego, recuperar el aspecto espiritual del ser humano. Para ello hay que empezar precisamente por lo personal que es la programación biográfica, la neurosis, algo que sí se puede trascender, pero en cualquier caso no saltárselo.
Lo malo está en que se salta; la gente piensa que las experiencias transpersonales se logran apuntándose al pensamiento positivo, a los valores de la libertad y de la armonía… valores muy importantes, pero no hay que negar los aspectos dolorosos que se trabajan en la psicoterapia tradicional y que tienen que ver con la biografía, con los aspectos más oscuros de cada cual.
Paco, sencillo y profundo. ¿Cómo trabajar los transpersonal sin atender lo personal? ¿Cómo trascender lo que unx es cuando previamente ni siquiera sabe qué, quién y cómo es? La conciencia de la herida profunda es dolorosa, y a la vez liberadora. No atravesar esa herida limita enormemente cualquier expansión del ser, impide el arraigo, y unx acaba viviendo con la sensación de que, por más que visualice un barco navegando sobre el mar en calma, su corazón sigue siendo azotado por un fuerte oleaje.
El encuentro
La clave de la sanación, en el enfoque gestáltico, está en el trabajo a través del vínculo, la manera de relacionarnos con nosotrxs mismxs y con el mundo, el canal a través del cual nos hirieron y en el que podemos encontrar la sanación. El beneficio del trabajo sobre el vínculo es que permite poner conciencia en las respuestas automáticas que salen disparadas (en forma de ideas, emociones y sensaciones corporales) en cuanto alguien se aproxima a nuestra herida nuclear. La conciencia de este automatismo desde la experiencia inmediata, la que tiene lugar en el aquí y ahora, es la que permite la reparación de la herida emocional a través del nutrimiento natural (espontáneo) de lo que se necesite al salir al encuentro de otra persona.
Por tanto, reivindico la sanación emocional como un trabajo básico para el bienestar de la persona y que abre la puerta a la experiencia transpersonal (he hablado en varias ocasiones de las experiencias transpersonales en el proceso terapéutico, por ejemplo aquí). Igualmente, la sanación emocional potencia el proceso de quienes ya han iniciado su camino espiritual/transpersonal.
Y desde luego el trabajo emocional no es reemplazable por otras técnicas meditativas y mentales. La herida emocional precisa de una cura que solo llega a través del vínculo con otra persona. Hay quien tiene la suerte de encontrar ese vínculo sanador en la vida, a través de una amistad, pareja, maestrx… Para todxs lxs demás, nada como una buena terapia. Porque confundir meditación con sanación emocional es como quien confunde la tierra, con el fuego, con el agua y con el aire. Y no: si algo predomina en el cuerpo humano es el agua. El bienestar emocional es esencial.
Foto principal de Zach Dischner
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