Salt (Girona) es el segundo municipio más pobre de Cataluña y casi la mitad de su población es inmigrante. Esta proporción responde a la llegada masiva de inmigrantes durante la última década, y a la marcha de población autóctona. A esta combinación se suma la crisis económica, no hay trabajo. Se dan todos los ingredientes para que prenda la mecha de la xenofobia. Y se enciende. Salt también es el pueblo donde creció Catalina Lladó. Actriz, pedagoga, directora de teatro y terapeuta gestáltica, Lladó viene desde hace diez años creando historias en Mallorca para contarlas en las plazas de los pueblos (lo llama ‘Teatro para interesados’). En 2011, junto a su pareja, Reinald Roca plantearon al ayuntamiento de Salt utilizar el teatro “como una herramienta de cohesión social”. Nacía ‘Teatro para la concordia’. Al primer encuentro, acudieron dos personas. Dos cursos después, el próximo miércoles, 24 de julio de 2013, serán diez (en la fotografía se puede ver a parte de la troupe) las que saldrán a la plaza del Vecindario de Salt para representar Historias de un pueblo, una obra sobre la xenofobia en la que se habla en cinco idiomas. Sobre este proyecto, la xenofobia, el teatro y la gestalt hablo por teléfono con Catalina.
– ¿Qué tiene el teatro que ayuda a repensar las cosas?
– Para empezar, en el teatro uno ve personajes que en la vida tal vez no quisiera ni escuchar, ni estar cerca de ellos. Y en el teatro está sentado, los ve, los escucha e incluso los puede llegar a entender un poco más. Así que en el teatro ya hay una realidad mucho más amplia desde un principio. Y luego, Peter Brook dice una cosa muy clara: uno cuando hay un conflicto en la calle, toma en seguida partido por uno o por otro, si hay un conflicto en la familia de igual manera, si hay un conflicto laboral, igual. En el teatro, cuando hay un conflicto, el público toma partido por las dos partes. Entonces, el teatro es un lugar donde el conflicto, que es una parte esencial de su lenguaje, está expresado y representado de tal manera que, como no hay un punto de vista partidario ni de que haya el bueno y el malo sino que es un conflicto sin el punto de vista moral, entonces el público lo puede percibir viendo en las dos partes cosas que pueden llegar a ampliar su manera de mirar.
– ¿Cuál es el conflicto en esta obra?
– La problemática que vamos a enfocar tiene que ver con cómo los pueblos o la gente se mueve por la necesidad de hambre y por la necesidad de trabajo y dinero. Con el hambre, de alguna manera, es cuando empieza la xenofobia, ¿no? Yo quiero que la comida sea para mí y no para uno que no es de aquí. Yo fui proponiendo improvisaciones partiendo de temas para explicar la xenofobia, y de estas improvisaciones que hemos ido investigando, luego recogía y hacía los diálogos. Cuando empezamos a hablar de que los vecinos dejaran de pelearse por tener tendencias distintas o ideas distintas, empezaron a contar cosas y ellos mismos se sorprendieron de poder ver cuánta diversidad de dolor había en su pasado y cuánta unión en ello les producía, cómo se unían; cómo todos, en el fondo, son un mismo pueblo. La cuestión es: ¿qué es un pueblo? Terminamos haciendo un cántico: que un pueblo es gente que se queda, gente que viene y gente que se va.
– Conseguisteis plantar, al menos en el grupo que participa, una semilla contra la xenofobia. ¿Cuál sería la medicina?
– Aparte de esa cosa que se llama tolerancia, yo creo que es el hecho de poder verse haciendo algo juntos, que esto es posible. Para ellos, poder contar cómo los senegaleses nos explicaban la diferencia entre estar en tierras o en estados…, y explicaban cómo al principio en su país la gente que venía de fuera eran siempre muy bien recibidos, y si alguien era echado porque le faltaba un papel, esa persona era considerada como alguien perverso, malo… Entonces para ellos, hablar de todas estas cosas, ha hecho que la gente del grupo pudiera entender cómo hay maneras de funcionar distintas que son tremendamente desconocidas, y que cuando hay problemas no se habla de lo que une. Veíamos que, en las improvisaciones, cuando empezaba a haber conflictos era cuando no toleraban al otro, se enfadaban entre ellos, se podían insultar, siempre sabiendo que hacíamos teatro, nunca pasó nada grave. Pero la medicina tiene que ver con que el pueblo es el pueblo de una sola raza, que es la raza humana. No es un pueblo de distintas razas y entre ellas alejadas, sino que a mí me parece que un pueblo es uno, y que tiene distintos colores.
– Es otro paradigma, una mirada más amplia, no somos distintas nacionalidades sino una única raza.
– Claro porque si miras al otro por ser negro, o miras al vecino porque desconoces de dónde viene, si pones las diferencias por delante en tu mirada, nunca te vas a aproximar. Si pudiéramos entender que la mirada hacia ese desconocido, tiene que ver con mirarlo desde el punto de vista de lo que une, entonces somos una raza, un pueblo, como si dijéramos, con mucha diversidad. Divertido era poder ver entre nosotros cómo los africanos decían «sí, nosotros en la escuela sí estudiamos Europa», y nosotros decíamos: «ah, pues nosotros en la escuela no estudiábamos África». Yo me acuerdo que incluso [cuando yo iba a la escuela] decían que no tenían ni alma los africanos. Claro, esto del nuevo paradigma, pues sí, es un paradigma el que teníamos hasta ahora que, viéndoles a ellos como salvajes, solo nos quedaba una manera: pasarlos de animales a personas. Y ahora el paradigma es poder ver al distinto, a lo distinto, al diferente, ver que es un ser humano como tú. Yo creo que éste es el paradigma educacional, ¿no?
– ¿No crees que en esto la mirada de los niños es más sabia?
– Mucho más. Yo cuando voy por el pueblo están moros, negros, blancos hablando en castellano, hablando en catalán, hablando en marroquí… ¡en todo! Y hablas con maestros y te dicen: eso es así, es muy fácil con los niños. La diferencia es en la adolescencia, donde ya empieza a haber unas creencias. Y los niños, como dicen los hindús, parece que son los que nos vienen a enseñar a nosotros.
– Llevas investigando ya un tiempo sobre el teatro y la gestalt. ¿Qué sería para ti lo esencial de lo que has visto?
– Lo primero que me viene es una terapia, la gestalt, que sale de un coraje a ir hacia lo más instintivo, innato, el permiso de poder vivir de una manera más dionisíaca. Y cómo eso se dice mucho y se vive poco. La sensación que tengo es que hay hambre y necesidad de que eso se dé. Como el corsé ambiental es tan grande, hay poco terreno para poner en práctica esos principios. Entonces hay que acompañarse mucho para que eso prevalezca. Lo que voy viendo es, desde el principio, ponerle mucho foco a las polaridades, y en esa polaridad lo apolíneo y lo dionisíaco ha ido acrecentándose más. Y luego ponerse a hacer teatro y a actuar, da a los participantes una capacidad de descubrirse con una fuerza de entrega, de riesgo, de reto, de adentrarse en un lugar que uno no conoce, que puede tocar muchos miedos, pero que es muy grata la sensación que uno vive de ser mucho más amplio de lo que es.
– Y que sin el teatro sería mucho más difícil de llegar a ese lugar.
– Sí porque el teatro es el arte de lo más humano. Lo puedes plasmar en pintura, en fotografía, en literatura, pero no lo vives en carnes. El teatro es el arte que te permite encarnarlo, vivirlo en tus carnes. Entonces aunque estés encarnando a otro, aunque estés creando un personaje, el hecho ya de convivir un actor creando un otro que es un personaje que no es él, ya poder convivir con eso es una lección enorme de que «ser no es poseer», con que actuando un personaje uno tiene mucha conciencia de que actúa a otro. Y si esa conciencia que tienes en el teatro la pones en ti, puedes empezar a diferenciar el que actúa de lo que uno es. Y todo eso lo vives tú, pasa por ti esa experiencia. Eso es lo más grande que puede dar el teatro.
– Eso me recuerda la expresión que te he oído en varias ocasiones de “el personaje cotidiano» que todos representamos en el día a día con mayor o menor conciencia.
– Claro, ese personaje cotidiano es el carácter, el ego, pero está tan bañado de uno mismo que uno mismo cree que es eso. El teatro también agiliza esa manera tan claramente que te da la meditación: el observador que observa. El actor que observa al personaje que está creando, poderlo vivir, es una manera de agrandar mucho la manera de ser.
– Retomo esta frase con la que termináis la obra: «los pueblos se hacen con gente que se mueve».
– Claro, se ha hablado mucho de globalización, pero no se ha hablado de diversidad. Sí, que todo el mundo pertenezca a un mismo sistema, pero en ese sistema no se ha educado a la diversidad. Y entonces eso es lo que está creando tanta xenofobia. La idea de los abuelos de que el pueblo es gente que se queda para toda la vida, nacían, vivían y morían con la misma gente, eso ya no se da más. Eso ya cambió. Es gente que se queda, gente que viene y gente que va. Ésa es la canción con la que terminamos la historia. Hemos creado una canción hip hop que vamos haciendo en distintos idiomas, en la historia los puntos principales se expresan en cinco idiomas. Porque si no el pueblo que queremos que nos escuche, que son los barrios donde están todos los inmigrantes, no se va a enterar. Los hijos sí, los padres no. Por eso, en los puntos cumbres lo hacemos en los cinco idiomas.
– La frase «los pueblos se hacen con gente que se mueve» también tiene otra lectura sociopolítica. Un pueblo, como ciudadanía, en un momento de muchísimas crisis, donde las estructuras e instituciones sociales se vienen abajo porque se ha malgastado dinero. Hay un mensaje que yo leo que es «o nos movemos o no hay pueblo». Y ahí estáis Reinald y tú con esta propuesta para abordar desde otro enfoque la problemática de la xenofobia. Os habéis movido.
– Las cosas las vamos a tener que cambiar nosotros porque las instituciones no lo van a cambiar. Eso ya está claro, ¿verdad? Creo que el coraje que la ciudadanía tenemos que tener es: bueno, ¿estamos por la labor o no? Ya no vale eso de me van a cambiar las cosas. No, no, a mí me parece que la acción viene de nosotros, por los que estamos de a pie y con ganas de confiar en nuestras posibilidades de estar, ¿no?
– Este es un proyecto sin ánimo de lucro.
– Sí. Y ahora para poder costear la moqueta que queremos comprar y las cuatro cosas que necesitamos, y la gasolina de los últimos viajes, vamos a hacer una fila cero, para que los socios del GRAMC (Grupos de investigación y actuación con minorías culturales y trabajador extranjeros) y gente conocida, pues contribuyan con una entrada los días que nos vamos a los barrios de inmigrantes. La propuesta es ir a las plazas donde los edificios son todos de inmigrantes, y luego también enseñarlo a la gente que no vive en esos barrios. Pero claro, en este momento está el Ramadán, y eso no facilita que vengan de público. Entonces ahora vamos a ir ahora solo a una plaza, al teatro, y luego cuando termine el Ramadán, a plazas de inmigrantes.
La cuenta corriente del GRAMC en la que es posible hacer una aportación para la fila cero es la siguiente: «La Caixa», 2100-3703-07-2200067719
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