Hace un año, por estas fechas, nos situamos ante un 2013 Eros, en el que apostar por el impulso creativo, la fertilidad, el placer. Para ello echamos mano de una brújula, la de la prosperidad, con la que configurar un momento presente de mayor serenidad, disfrute, gozo. La abundancia, en muchas ocasiones, está presente en nuestras vidas en formas que pasan desapercibidas a nuestros ojos. Solo hay que quitarse el velo que impide reconocerla.
Claro que luego llega un nuevo día, y unx despierta como despierta, entra en la vorágine de la cotidianeidad, exprimimos la atención dispersa y comenzamos a confundir realidad y fantasía. Es entonces cuando construimos un castillo de prioridades basado en la idea loca de que somos inmortales. Y lo cierto es que todxs, no sabemos cuándo, vamos a morir. La vida, en ocasiones, nos lo recuerda con un rotundo hostiazo (la palabra busca incidir en la connotación de la agresividad con que esto llega a ocurrir). Es entonces cuando la conciencia de la muerte interrumpe la corriente mental y nos devuelve al río de la vida.
Así, nuestra ficticia «realidad» se congela, todo a nuestro alrededor flota en el aire, quedando a la espera, y conseguimos, cual escena de Matrix, una panorámica propia de 360 grados: ¿y si resulta que yo soy el protagonista de mi vida? Despertamos, en ese instante, a la experiencia del agujero que hay bajo el estómago, a la altura del ombligo, y entramos en contacto con el vacío.
Y nos cae de sopetón: nos percatamos de la gran mentira en que se ha convertido nuestra vida, tomamos conciencia de la mierda, que es el mejor abono para plantar una semilla, y empezamos a preparar la mudanza. El bozal con el que manteníamos bajo control a nuestro ser genuino empieza a estorbar; también las exigencias, debeísmos y acercadeísmos. El cuerpo, a través de su propia inteligencia, pide paso, hacia una conciencia que pase de la tiranía mental al diálogo de mente, cuerpo y corazón: una conciencia íntegra.
El cambio no resulta fácil. El tránsito resulta más ligero con el humor; de hecho, suele ser una herramienta presente en el proceso terapéutico, de veras. La cuestión es poder bajar de la mente a las sensaciones organísmicas, y confiar en que lo que emerja nos lleve por buen camino. No hay que buscar nada más que lo que ya se da: fácil, fácil, fácil. Bastante complicado (por mucho que nos lo contemos de otra manera) fue llegar a este punto de la vida, como para ponérnoslo aún más difícil, ¿no?
La clave está en lo que se da, lo que ocurre, lo obvio. Abrir los sentidos, la percepción hacia afuera, y también hacia dentro: esto que pasa, ¿me resulta agradable o desagradable? ¿Quiero conservarlo o quemarlo? ¿Necesito contacto o retirada? ¿Busco el placer del órgano más grande de mi cuerpo? ¿Me permito la distancia que me garantiza una intimidad sana?
Quedarme en paz con los intercambios, sentir que respeto mis necesidades, más allá de que luego puedan quedar satisfechas o no. Cuanto más claramente me puedo reconocer, más clarx me podré mostrar a las demás personas, posibilitando que nos entendamos. Se empiezan a dar así encuentros más honestos, de verdad, descubriendo una mirada de mayor reconocimiento a la otra persona, en su virtud y en su dolor, esa herida que habla todos los idiomas, el lenguaje universal de la biografía humana.
Y así llegamos a un lugar profundo donde empezamos a encontrar sentido a la vida, una comprensión que calma las pasiones del corazón y las fijaciones de la mente: con permiso para escuchar las emociones, con la placidez de estar al día con las personas que son importantes para unx, sintiendo que hay elecciones que sí están en nuestras manos, mientras que, con las que no podemos cambiar, aprendemos a gestionarlas de forma más satisfactoria. Por mucho que nos enseñaran lo contrario, la realidad es que tenemos la capacidad de soñar de forma práctica: se llama creatividad. ¡Y está para disfrutarla!
El camino nos lleva a un espacio de mayor grandeza interna y de menor esfuerzo externo. Pequeñez y grandeza se dan de la mano, de la misma manera que la incertidumbre se une a la confianza, y bailan celebrando que «esto también pasará«.
Vayamos, pues, a por 2014.
Por un 2014 de arraigo:
arraigo en lo obvio,
arraigo en tus fortalezas y vulnerabilidades,
arraigo en el presente,
arraigo en tu necesidad y deseo,
arraigo en la confianza,
arraigo en ti.
¡Feliz 2014!
Fotografía de Steve Garry
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